Sweet Home Buenos Aires


Buenos Aires me mata y de verdad casi me mata
pero sin avisar me abandonó la muerte
y era la segunda mujer que me abandonaba.

Tirado en la cama de un hotel barato de Congreso
en la calle de un sagrado General que no me acuerdo,
a penas sí comí nada que fuera comida o digestivo
mientras esperaba que alguna de las dos
me quisiera o viniera o me llamara.
Pero fue evidente que por mí no vino nadie
y por fin me tuve que cansar de vivir abandonado:
cuando mi borrachera de rigor se fue pasando
hice dos maletas de las de tirar la toalla,
me despedí del Obelisco y Alejandro (un monumento y un amigo)
y a mi casa me volví sin un centavo,
vivo y sin amor, bastante defraudado y sin cojones,
estrenando una remera de dios que era Charly García y sigue siendo
y con diez o quince quilos menos.

Fueron tiempos duros, no te haces una idea,
quiero decir que hasta el ventilador del techo me acosaba,
pero pudriéndome a chorros sobreviví a aquella ciudad
(Sweet Home Buenos Aires) resucitándome en el día tercero
que duró unos siete meses bien aproximados
de los que lo que más recuerdo es que casi no recuerdo nada.
Recuerdo que la vida me supo a whisky y a marlboro
y que no pude escribir mientras duró la estancia,
recuerdo que al volver vi las selvas de Brasil por la ventana
y que en la pared del baño de un restorán leí una vez
que no hay mejor sitio en el mundo que Argentina
para jugar al desamor o al sálvese quien pueda.

Chau.

No hay comentarios:

Publicar un comentario