Sara.


Uno, que es débil y está desencajado,
no tiene más remedio,
y todas las veces se enamora, acorralado,
de las mujeres más más livianas, alejadas,
imprevistas, intensas, hermosas, imposibles, 
sexuales, doradas,
siestétiscas y psicotrópicas como 
                Sara.

Una mañana cualquiera.


Me levanto a las ocho y media porque me he desvelado a causa de que me meo a chorros y sigo teniendo ese estúpido temor infantil a mearme en la cama aunque eso haga dos décadas que no pasa, y ya no me puedo volver a dormir porque pienso y me atormento con que quiero ir a Madrid a ver a Kevin y no tengo dinero (me pregunto por qué soy tan obsesivo con las ideas que aparecen en mi cabeza y me tengo que torturar con no poder hacerlas en lugar de resignarme) y al no volverme a dormir miro que en instagram me están mandando fotos por privado pablo y jorge (siguen de fiesta a estas horas en un piso colocados de vete a saber el qué), me levanto a pintar y aprovechar la luz de la mañana, pero está nublado (me cago en dios veinte millones de pares de veces), me hago un mate aunque el mate me altera el cuerpo como si estuviera drogado y aún así lo sigo tomando años después de haber ido a argentina no sé por qué (no sé por qué lo tomo, el motivo para ir a argentina sí lo sé), ordeno mi ropa que se ha convertido con el paso de los días en una montaña incómoda sobre un rincón que no uso de mi cama antes de que me desaloje de mi propio lecho (es muy grande mi cama y la montaña también), reflexiono internamente sobre la belleza incómoda de mis cuadros y lo que produce en el espectador aunque yo nunca los hice pensando en eso (estoy mirando el subrretrato cubista de gladys chumbera), me doy cuenta de que ese cuadro no está firmado por detrás, le digo a Iván (que se ha levantado aunque no entiendo por qué no sigue durmiendo, porque anoche nos acostamos a la misma hora después de ver una película de xavier dolan y era tarde aunque él no estaba borracho), que quiero una camiseta con la cara de camarón de esas con la cara enorme del gitano y letras rojas grandes, de esas camisetas cañí puro que se llevaban en los noventa (como la que tiene mi amiga absurda kaamaño) pa mi cumpleaños aunque también me vale de marilyn manson, triana o charly garcía, le respondo a diego un mensaje privado que me ha mandado totalmente absurdo, me pongo de mal humor pensando en una cosa de mi pasado reciente porque la gente es muy cretina (llevo días de mal humor por eso y por el cuadro que estoy pintando porque yo sufro pintando), le pregunto a jara con quién va a la exposición de cuarto milenio, gestiono los dineros con miguel para ver si podemos salir esta noche a petardear sin ningún propósito vital aunque en mi opinión la frivolidad es transcendente pero de eso no quiero hablar ahora (el maricón que salía en mi última historia, la de la puñalada), (por cierto, estamos resfriados los dos y nos debatimos entre la vida y la muerte mocosa para salir como sea), miro a la gata esconderse debajo de mesa camilla como si yo no pudiera verla, escucho dos canciones geniales de mariquitas y me pongo a cagar mientras escribo esto, como una mañana cualquiera.