La vida de Maximiliano Carreras (extracto).


Unos días después, el siempre imposible Maximiliano Carreras, empezó a plantearse lo que esa nota había supuesto para el resto de su vida.
Aquella mañana se levantó media hora más tarde que de costumbre: tiene gracia -pensó-, parece que este martes es más sábado que otra cosa. Fue a la cocina, hizo café para dos mientras se fumaba el primer cigarrillo del día, y para tomárselo esperó a terminar de acordarse del chiste que le contaron ayer y que recién ahora le empieza a hacer gracia. Luego fue a mear, se puso una corbata oscura y escribió la nota:
"Querida Paula, no me esperes para el almuerzo, me voy a la mierda como bien me has recomendado. Espero que el sitio no esté tan mal, aunque ya se sabe, todos los hoteles son iguales. No olvides dar de comer al gato. Max".
Salió de su casa (que nunca había sido tan de él como lo era de ella) con una maleta de cuero hecha del día anterior y se perdió en el frío de la ciudad apenas despierta rumbo al trabajo. Igual que todos los días, pero sustancialmente distinto.