Menos otoño.


Es menester retratar el agua en los cristales,
las hojas sucias de los almanaques,
el sonido de la cadena del váter,
los mendigos luchando por
la última gota de vino peleón,
aquel gato callejero y sus malas pulgas,
las hippies mugrosas rebuscando
en la basura, las tetas de los dinosaurios,
la guiri fea del vagón de tren,
los viajes por la mañana temprano,
las abuelas muertas, los desviados,
el tiempo inestimable del otoño,
los dictadores horteras linchados
por la muchedumbre populosa libia,
los aviones que vuelan bajito,
las excavaciones arqueológicas
que encontraron una momia
en tu corazón, la carnaza,
la ilusión de las novias nuevas,
la inexistencia de las viejas,
el tractor usado de mi padre,
la cuidad despanzurrada contra la niebla,
los adolescentes huérfanos recientes de padre
con doble madre, los malos recuerdos,
la música buena, las pijas baratas,
el dinero, el tabaco, la cerveza, tu prima,
el mate, los gallumbos, las anginas,
los despechos, los orgasmos, las ofertas,
los enfados, el desencanto, los suicidios,
las afentaminas, la yerba, el gimnasio,
los carteles, las gitanas, el telediario,
los dibujos animados, las caderas, el coño,
los tacones, los preservativos, las películas,
el calor de la cama, las caricias, las torrijas,
el melodrama, la guitarra, los amigos,
la melena, el pan frito, los piojos, los pestiños,
los cocodrilos, las lentejas, el chorizo y el olvido.

Chau.

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